Ulises y sus hombres continuaron navegando hacia Ítaca pero sus provisiones comenzaron a agotarse, el sol hacía que tuvieran alucinaciones y que algunos perdieran la vista. De pronto, llegaron a tierra y las lágrimas de felicidad rodaron al ver un río que bajaba de las montañas, pero muy pronto se agotaron al darse cuenta de que estaban en el país de los cíclopes.
Los cíclopes eran monstruos gigantescos con forma semejante a la humana, pero sólo tenían un ojo exactamente en medio de su frente. Todo mundo les temían, excepto Ulises. Él mostró mucho interés por los Cíclopes, así que se acercó a ellos con una botella de vino para regalarselas.
Entraron a una cueva donde un Cíclope vivía. Tenía una cama, un rebaño de cabras y mucho queso. Era un queso tan bueno que todos lo probaron y no pudieron dejar de comerlo. De repente, escucharon que el cíclope se aproximaba acarreando a sus ovejas; todos los hombres comenzaron a esconderse hasta que alguien estornudó y el cíclope los descubrió. Pensó que eran ladrones y tenía que matarlos. Ulises intervino diciendo que venían en plan de amigos únicamente. El Cíclope se enojó demasiado que comenzó a matar y comerse vivos a todos los hombres de Ulises. La gran comida del Cíclope le provocó demasiado sueño y se durmió.
Ulises intentó matarlo pero pensó que sin su ayuda, no podrían salir de la cueva, pues el Cíclope la había bloqueado con una gran roca, así que creó un plan: le regaló el vino al Cíclope y le dijo que su nombre era "Nadie". Afiló un tronco y se lo enterró en el ojo. El cíclope comenzó a gritar para llamar a sus amigos gritando que "Nadie lo estaba hiriendo". Así que sus amigos no le hicieron caso y se fueron.
Dentro de la cueva, Cíclope intentaba capturar a los hombres. Lo único que pudo hacer fue remover la gran roca que servía como piedra para dejar salir a sus cabras una por una. Ulises se dio cuenta que podía esconderse debajo de ellas para que pasara desapercibido y así fue. Todos sus hombres hicieron lo mismo y pudieron escapar del Cíclope.

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